Por Juan Carlos Rotter.
Los argentinos nos comimos el verso de que éramos Isidorito Cañones. O Isidorita para no provocar susceptibilidades. No sea suspicaz estimado lector, no me estoy refiriendo por la omnipresente figura del Coronel atrás de la historia. Simplemente se trata de señalar que hemos vivido como bacanes sabiendo de donde sale la guita. La patria es el otro.
Mientras tanto fuimos arrasando con todo hasta con el agua de los floreros. Por décadas nos encargamos de dilapidar lo que fuimos alguna vez. Y así pasamos de la vida loca al mangueo para terminar rascando la olla. Un país que era una realidad el crecimiento económico y el progreso social a esta mínima expresión de lo que hoy estamos viviendo. Este deterioro reflejado en inflación, deuda pública y externa, pérdida del valor de nuestra moneda, achicamiento del sector privado, un estado que gasta más de lo que produce, etc que fueron provocando crisis reiterativas a las que la sociedad argentina se fue acostumbrando. Mientras tanto le garpamos una buena moneda a nuestros ilustreslegisladores y a su armada Brancaleone para que se rasguen las vestiduras cuando nosquedamos sin un mango y a modo “gran hermano” vociferen el famoso paga dios.
La política en modo espejo retrovisor responsabilizando de la actualidad al que estuvo con anterioridad y ahí vamos. Luego la aparición del efecto narcótico de la refundación en puerta. Y aquí estamos al horno, cada vez más lejos de aquella realidad de país equitativo y oportunidades. La deuda que tenemos con el FMI es un crédito hoy impagable. En realidad, esto ya no asombra a nadie ni antes tampoco cuando se le otorgo el préstamo al gobierno de Macri. Ni el propio organismo internacional sabían que era imposible cumplir con las metas acordadas. ¡Lo que si asombra es esta Kirchnerizacion del organismo que no nos apagaron la luz!
En pleno año electoral se revivió el debate en torno a la herencia que le dejara este gobierno al próximo. Una discusión de morondanga que ya lo escuchamos en otras oportunidades. Se habló de bombas, de terreno minado y de las dificultades que tendrá el próximo gobierno para lidiar con la herencia a recibir. Una maravilla de nuestros “lucer” que utilizan terminología de guerra para referirse a la realidad y hace años quediscuten si las pistolas Taser sí o no para frenar la violencia callejera.
Los países en serio se endeudan para crecer, para mejorar su infraestructura o desarrollar nichos productivos. Nosotros como nos convertimos en un país de historieta lo hacemos para vivir becados en esta viveza criolla que tanto nos enorgullece. Las “bombas de deudas” pueden ser desarmadas siempre y cuando haya un programa serio e integral. Automáticamente dejan de ser tales. Todo lo contrario, a lo que nos vino diciendo el Capitán Beto o Isidorito que se podía gobernar sin un plan. ¡Un paréntesis, aquí va un sencillo homenaje a todos los Isidoritos que habitan en suelo argentino!. La voluntad de pago, aunque no la veamos esta. Siempre nos sobro voluntarismo sobre todo cuando andamos necesitados de dólares o de seguir pateando la pelota para adelante. Ahora el problema reside en cómo se maneja la economía de aquí en adelante y en definir hasta donde estamos dispuestos hacer las correcciones que deben realizarse. Las reiteradas crisis económicas han hecho mella en el campo de las inversiones. Los potenciales de la argentina siguen en lista de espera para poder desarrollarse. Todas las grandes crisis de nuestra historia han tenido como actor principal a un presidente débil y han tenido algún evento externo que las autoridades económicas no han podido controlar.
Por eso no es tan sencillo de desligarse de nuestras responsabilidades aun siendo un deudor serial. Fernández es un presidente debilitado, interior y exteriormente de su espacio político, pero todavía le quedan nueve meses de mandato. Una eternidad para un país como el nuestro. El gobierno debe manejarse con mucha prudencia para tratar de minimizar los riesgos desequilibrantes de una economía frágil caso contrario el 2024 estaremos escuchando nuevamente la cantinela de la pesada herencia. Los riesgos actuales son mayores, la política debe tomar nota de esto.