Por Juan Carlos Rotter.
Esta vieja canción infantil y la realidad política que nos embarga coinciden en algo. Los participantes deben atender su propio juego y no ser sorprendidos. La política lo aventaja en que no paga prenda si se equivoca. Obviamente las consecuencias son diferentes por la simple razón que la primera habita en el campo de la imaginación y la segunda en el de la realidad. Hasta el rol del Antón Pirulero se siente desdibujado. Sobre todo, en lo político donde el control de la batuta se ha extraviado y la confusión ganando terreno. Y aquí nos encontramos, ganadores y perdedores todos revolcados en el mismo lodo. En la Argentina la vieja política no termina de morir y la nueva no termina de aparecer.
En el medio de tal nebulosa cualquiera te puede vender un buzón. Los políticos en la búsqueda desenfrenada por encontrar ventajas, aun en la adversidad, a veces no le hacen asco a nada. Si hay algo que rescatar de este proceso electoral que estamos viviendo es que los tres candidatos con posibilidades de acceder a la Casa Rosada están entendiendo que un estado sin equilibrio fiscal tiene escasas posibilidades de salir adelante. No hay juego que valga. Aunque la clase dirigente viéndose amenazada siga apelando a la idea del caos como salvavidas de plomo ya es un hecho que el escenario político que se avecina ya no será el mismo del que conocemos. Es bastante peligrosa la postura de atemorizar a una
sociedad que ya lo está. Hemos transitado por estas circunstancias en otros momentos consiguiendo los mismos resultados. Nada para adelante cada vez más para atrás. El sistema político tal cual lo conocemos detono. En las ultimas primarias el 30% voto por un outsider, otro 30% simplemente ni se arrimó a la urna. ¿Cambio o no el panorama de la política tradicional?. Los tres últimos gobiernos han fallado y este dato se refleja en lo que sucede en el interior de las coaliciones a la vista de propios y ajenos. Es difícil saber en cómo se transformarán en un futuro próximo para sortear la crisis de representación que se ha hecho demasiado evidente. Lo que está claro es que la gobernabilidad a partir del 2024 requerirá una reformulación del sistema político. Más aun, en un mundo donde la racionalidad escasea como el agua, los recursos son cada vez más escasos, con una población que cada día crece más y que depende sobre manera de una minoría que se preocupa por acaparar más de la cuenta y que peca de cierta ignorancia a veces. Si a todo esto le sumamos una argentina empobrecida y la falta de reacción de la clase dirigente el futuro se muestra algo angustiante. Es importante remarcar que cierta irresponsabilidad sumado al desorden no es solo generado por la dirigencia política. Involucra una mirada también, del empresariado, del sindicalismo, del sector social y por qué no decirlo del periodismo. El país enfrenta una crisis de representación ciertamente alarmante. Las grandes inversiones no van aparecer hasta tanto la argentina no este medianamente ordenada. Hay que dejar de vender gato por liebre muchachos y muchachas. La mirada cortoplacista, ya sea para ganar más guita o para ganar elecciones, no soluciona la vida de las mayorías. El pueblo ya le saco la ficha a los políticos. Veremos que nos dice octubre, esto recién está por comenzar.