Por Juan Carlos Rotter.
Hay que reconocer que la cantera de dirigentes políticos que viene dando nuestro cascoteado país además de autopercibirse providencial es reincidente. Está demás decir que no salen de un repollo. Algunos son trasplantados y además prenden. Pero muy a pesar nuestro, aunque nos cueste asumirlo son producto de la mano autóctona. De nosotros mismos. Con relación a sus cualidades vocales es otro tema. Lo inquietante es la insistencia que siguen teniendo a pesar de tanto desencuentro con una práctica de la cual salvo sus intérpretes son pocos los beneficiarios. Sea por picardía o porque tienen poco para ofrecer lo cierto es que los cantores de sirenas siguen vivitos y coleando. Aunque la metodología sea cuestionable. Lo dramático son sus consecuencias, haber cruzado la línea del sentido común y de la responsabilidad social. En la actualidad el canto de sirenas es inclusivo. Abarca todos los géneros. El foco no está puesto en la imagen que ella misma representa si sobre su influencia en todas las áreas de nuestra cultura cívica. ¿Pero qué peso tiene hoy esta mitológica expresión?. El dicho “eso son cantos de sirena” es usado para advertir a los incautos de que son llamadores de posible engaño. Es un término que garpa mucho en periodos electorales. Concretamente cuando te quieren vender gato por liebre. ¡O sea una maniobra que
están intentado acostarte nuevamente!. Nuestra dirigencia política nos viene acostando desde hace tiempo. Los resultados son elocuentes, en lugar de una sociedad que va para arriba en la realidad sucede todo lo contrario. Estamos enfrascados en un país fragmentado política, económica y socialmente, con múltiples y disimiles fragmentos de política pública. Y lo alarmante de todo esto es que frente a tanta disparidad la consecuencia es que tenemos cada vez más compatriotas
que viven mal. Los cambios de clima son tan contradictorios y confusos que el gran ajustador que Cristina señalaba por el 2016 hoy es su propio gobierno el encargado de poner ciertamente en orden las cuentas públicas. Hoy como en otros tiempos vuelve a reencarnarse en la agenda pendiente argentina la certera frase del Tío Sam Clinton, es la economía estúpido. Son varios los sectores subidos a los cantos de sirena, sindicalistas, organizaciones sociales, militantes y dirigentes, algún barra brava nostálgico de la política, empresarios del amigo son los amigos; todos en el mismo lodo tratando de esquivar las oleadas del gigantesco y estructural déficit fiscal que ya no hay manera de escaparle. ¿Quién naufraga, quien sobrevive y quien puede seguir surfeando es la pregunta del millón por estos días? La contracara es el ranking mundial de la felicidad. Así como lo lee estimado lector. Un lugar donde se miden los países felices. El mismo se basa en diversos factores muchos de ellos inalcanzables para nosotros. Sitios donde habitan los verdaderos cantos de sirenas en grandes fuentes de agua danzante. Y los mismos alcanzan a: ingresos, libertad, confianza en el gobierno, esperanza de vida saludable, apoyo social y generosidad. ¡Minucias para nuestro paladar! Lo nuestro sigue estando en la pobreza, la informalidad laboral, el desacople entre competencias laborales y el mercado, la crisis educativa, el selecto acceso a la salud, la lógica de los planes sociales para la supervivencia, temas que los diferentes gobiernos
han ido socavando en una sociedad cada vez más resignada. Para salir del pozo que nos encontramos no necesitamos ni salvadores, ni magos o leyendas. Necesitamos de liderazgos y de coaliciones dispuestas y capaces de acordar políticas sustentables. La debacle económica por sí mismo lo exige. Muchos años de reproducción de pobreza y desigualdades nos hacen ser lo que hoy somos, una democracia empobrecida. Hay que reconstruir confianza y fortalecer la convivencia social. Nobleza obliga, tenemos que encapsular los cantos de sirenas. Estamos a tiempo.