Por Juan Carlos Rotter.
El Alberto que supimos conocer ni semejanza con el que estamos viendo ahora. A veces ni el mismo se reconoce. Abstraído en sus pensamientos, un poco de TikTok, y otras extravagancias, a su círculo íntimo reducido, ya que la mayoría se tuvo que tomar el
palo, le queda por misión hacerle llegar tipo mediodía una captura de pantalla con la cotización del dólar y allí salta del sillón relax como un resorte. Al mal humor producido por el resultado de algunas encuestas que le llegan, al toque le arman un acto en algún pueblo amigo, sale con un monologo de ensueño y como consecuencia de los aplausos recibidos con los ojos brillosos que le compete a un líder de su característica la vuelta a casa se hace más amena. Ya con pantuflas, envalentonado agarra la viola y frente al espejo se canta el tangazo de Tita ¿Dónde hay un mango viejo Gómez? marche un whisky on the rocks y a esperar la visita de Cristina. Ha decir verdad como un matrimonio desavenido ninguno espera mucho del otro, el desánimo es lo que prevalece. Se consumieron el tiempo en disputas y desaprovecharon los signos positivos que les brindo la relación acordada. Para convertir este momento con algo de esperanza hace falta mucho más de lo que el gobierno y algunos de sus funcionarios vienen haciendo. El tiempo es escaso y el plan B no aparece, lo único que dejan esos encuentros es acordar como sigue el gobierno y si pueden lograr un relanzamiento. Convengamos que el Capitán Beto nos sorprendió a todos y a todas por sus dotes de comediante. Nos condujo a una película inesperada que nos tiene el vilo desde casi tres años. Una menor coincidencia si se quiere con ¿Y dónde está el piloto? la numero uno en las encuestas de las mejores comedias de todos los tiempos, la del Capitán tuvo un inconveniente en el guion original por lo cual las encuestas son duras con ella. Hay que sincerar el discurso. Desde que asumió se cargó con una mochila de plomo. Mantener unido al Frente de Todos y conducir al país con criterios distintos a los de su mentora. Aquí florece el flanco romántico del Capitán Beto. La incompatibilidad de caracteres, de ideas, de intereses, de fortalezas, fueron socavando las convicciones y la gestión del día a día. No es menos cierto que las acciones desestabilizadoras que padeció fueron tremendas. Y si encima vas perdiendo por varios goles te putean desde los cuatro costados de la cancha.
Está claro que la primera claudicación fue borrar con el codo lo que escribió en su primer discurso presidencial: ¡vengo a convocar a la unidad de toda la argentina!. El resultado es desolador desde donde se lo mire y el pato de la boda lo están garpandola mayoría de los argentinos. La idea de no pelearse con su otro yo, en un contexto de tantas urgencias que está viviendo el país, se asemeja a una caricatura de sátira. La negación por parte del fracaso en la meta que se fijó Alberto Fernández es una cuestión central para entender un poco más el balance que se pueda hacer de su gobierno.
Pero claro para asimilar esta parte del relato tendríamos que recordar aquel tiro en los pies cuando el Presidente manifestó que francamente no creía en los planes económicos. No aclaremos que oscurece. El gobierno es insostenible dicen propios y ajenos. Si el diagnóstico fuera cierto, significaría que la estrategia del Presidente de hacer retoques mínimos para ir ganando tiempo y ver cómo se llegaba al 2023 se fue quedando sin oxígeno. El progreso de la crisis desnuda hasta el hueso los límites del sistema político actual. A la crisis que tuvo que enfrentar el gobierno de Alfonsín le restaban seis meses de mandato. En el caso del gobierno de Fernández, fragmentado y sin soluciones, le quedan año y medio. De allí el volantazo que decidió tomar el gobierno del FdT. El Congreso funciona a paso de tortuga. En año no electoral solo se aprobaron dos leyes.
Aun con la película repetida, el gran peligro que la Argentina ya conoce es que la crisis se termine imponiendo con su fuerza natural y devastadora. A lo mejor el sueño de establecer un gobierno colegiado no tenga ya sentido. O sí…