Por Juan Carlos Rotter.
Para consumar peronismo tenía que estar presente el bombo, así lo dice la liturgia de la gran franquicia argentina. Sea en la sucursal que fuese no podía faltar. Un gran motivador para sus creyentes y también para los convertidos que se iban sumando a la gran movilización de fe que acrecentaba su poderío y sus mayorías a lo largo y ancho de nuestra patria. No esta demás recordar su rol de pulmotor para sus circunstanciales oradores que lamentablemente hoy escasean como el gasoil.
Y como toda exitosa franquicia que funciona de manera vertical el control del bombo fue consecuente a sus principios. Desde que su creador le hizo entrega del bombo emblema de la marca El Tula se convirtió en el dueño del bombo más famoso de la argentina. ¡Nuestro Tula no llego hasta tanto, pero tuvo la oportunidad de compartir varios acontecimientos plenos de liturgia y bombo!. Pero que no nos embargue la melancolía. Vamos a los bifes o a la polenta como le agrade más a su paladar estimado lector. A medida que fue mutando la realpolitik criolla no solo se fue llevando puesto algunos hitos de la liturgia. Como decía el mentor de la marca, todo en su justa medida y armoniosamente. Sin salto de estilo. Lamentablemente hay que decirlo y sin la camiseta puesta que los que fueron comprando llave en mano los derivados de la franquicia se fueron de rosca. Y así fueron perdiendo valor sus acciones, sus votos y el bombo, que emigraron a otros lares más rentables o por simple calentura.
Muchos de los actuales consumidores afirman desde hace tiempo que el producto viene bajando de calidad al galope tendido, pero siguen presentes. La franquicia es un sentimiento. ¿Podrá reinventarse el peronismo, recuperar algo del protagonismo perdido o de la centralidad que supo ostentar?. En los últimos días hemos escuchado a no pocos de sus fieles no estar tan seguros de ello. ¡La patria, el movimiento y los hombres todos en crisis!. La Argentina tiene una enorme economía en negro, con millones de personas que no declaran lo que realmente tienen o ganan y otros tantos millones que no pueden declarar nada porque apenas les alcanza para llegar a fin de mes. Sin contar las victimas que directamente no tienen un mango por culpa de los cracks que estuvieron en cada momento a cargo de la más rentables de las franquicias que se dieron en nuestro país.
La dirigencia política está fuertemente cuestionada por la sociedad, los resultados mandan. Se fue apagando los efectos de la liturgia por incumplimiento a dos ejes centrales que sostienen a la política; los resultados en la gestión y la capacidad de anticiparse a los problemas. ¡La improvisación cuesta dinero y a la larga desilusiona!. Guarda, no vaya a ser que se siga perdiendo territorio y no haya bombo que lo sostenga.