Por Juan Carlos Rotter.
Hay que decir que la habilidad que tuvo Alberto Ángel Fernández en sus comienzos para despistarnos se equipara tranquilamente a la del gran Sherlock Holmes. Haber valentonado a la muchachada de La Campora para bajar línea a la militancia que era un estadista que podía resolver los inconvenientes a los que se enfrentaba la gestión no fue joda. Cuando Cristina, la actual titular de la franquicia, nos decía esto no fue magia nos estaba hablando en serio y no nos percatamos de la jugada. Nos faltó perspicacia hay que admitirlo. El Capitán Beto fue un presidente camuflado que contó con la anuencia de el mismo, por que pasara lo que pasara con este entuerto, no había mucho por perder simplemente porque no tenía nada para perder, salvo sus pergaminos de haber sido el eficiente alter ego del creador de la marca. El haber estado en los más mínimos detalles de los encuentros nocturnos para saborear unos churrasquitos a punto, con ensaladas y algún postrecito liviano entre el Nestornauta y Magnetto con eso le sobro para pasarle la gamuza al otro renombrado mayordomo el ahora Senador, según consta en el audio que los muchachos de los servicios nos ofrecieron para el deleite, del insuperable: “Oscar sos un pelotudo”. Y a pesar de este sincericidio siguió cumpliendo contra viento y marea su rol sin que se le conozca haber extraviado ningún bolso en el camino. A todo esto, hay que señalar que sin magia y sin plan el Capitán Beto se dio maña en sus tres años a cargo de la casa mayor de lograr la marca de un 300% de inflación. Pero claro una cosa era organizar cenas con fines productivos y otra pilotear los entuertos judiciales que asechaban a su mentora. Acá también requiere de cierta honestidad intelectual.
Más allá de la supuesta animosidad de la Justicia y de los medios de comunicación el “Caso Vialidad” era difícil de sortear. Los vínculos económicos y comerciales entre la familia Kirchner y Báez nunca pudieron ser desmentidos. Como tampoco se puede ocultar la falta de transparencia que existen en la Justicia y su entorno ante variadas situaciones acontecidas del quehacer nacional que merecerían ser penosamente olvidadas, por qué avergüenzan. Si a esto le sumamos lo que informa el último trabajo del Observatorio Social de la UCA que revela que, sin los planes de la ayuda social, la pobreza neta alcanzaría al 50% de los argentinos, la pregunta que cabe es hasta cuándo vamos seguir insistiendo con las mismas truchadas o llego la hora de meter manos a la obra. Solo se necesita la decisión de una dirigencia que no mida consecuencias y que se atreva a pagar los costos políticos que sean necesarios. ¿Quién dijo que de los procesos de decadencia se sale de otra manera? El Presidente es un hombre de leyes por lo tanto sabe perfectamente lo que venimos padeciendo a causa de la evidente connivencia entre sectores de la política y la justicia en las últimas décadas. No de casualidad el Poder Judicial es el de peor imagen de los tres poderes del Estado. Es por eso que Fernández se vio obligado a plegarse a una reivindicación en contra de la justicia que al Kirchenrismo no le alcanzara nunca y al resto de los votantes los deja bastante enojados. Con relación a las consecuencias de la condena por corrupción en la obra pública de Santa Cruz, la oposición en líneas generales seguirá haciendo hincapié en la responsabilidad de Cristina y en que no debería presentarse a elecciones, en tanto el oficialismo continuará denunciando a la justicia y como cree ciegamente su núcleo duro en la palabra de Cristina, le dará la razón en no presentarse alguna candidatura porque piensan que con esto se les allana el camino. Esto aún está por verse. Como también habrá que ver como los votantes les dan legitimidad a estas cuestiones en la próxima elección, a Cristina, a la corrupción, a la justicia y a la política. Todas consecuencias que marcan a un país complicado y estancado. Nadie mea agua bendita en la argentina. Lo que está haciendo falta es un mínimo de decoro y respeto por las instituciones. Tal vez sea mucho pedir a esta altura.