La Gran Hermano.

Por Juan Carlos Rotter.

La política del Tero es una de las especialidades de la casa que la hemos sabido mantener en el transcurso del tiempo. Es una de las contadas acciones de mayor atracción de las que podemos mostrar como país aun obteniendo resultados adversos.
Los avatares de la realidad nos dirán hasta cuando seguiremos insistiendo con esta práctica que abarca a diversas actividades, profesiones y oficios. Esta aceitada maquinaria de contradicciones que sintetiza el modus operandi de nuestra manera de
ir sobreviviendo ya sea por simulación o por exageración de los acontecimientos nos ha conducido al lugar que nos encontramos.
No es para nada casual que el nacimiento de este exitoso formato de programa televisivo coincida con la debacle más profunda de la que padeció la política argentina en democracia y en consecuencia nuestro país. La tragedia del 2001. Para escaparle un poco a la disociación que plantea la práctica política de este noble animal y tratar de entender la realidad que nos circunda, que es más compleja de los que muchos piensan, requiere en principio de contar con una condición que escasea por estos tiempos. Ser creíbles. Sobre todo, si verdaderamente de lo que se trata es de razonar sobre lo que nos sucede y de cómo salir del laberinto.
Hoy la simbiosis entre política y entretenimiento es tal que la realidad se la intenta explicar desde una pantalla y nuestra sociedad, en un numero inquietante, se apoya en un vendedor de autos usados flojo de papeles como figura estelar y en sus
considerandos. Algo no está cerrando. A su vez la dirigencia política transita este momento tan particular sin salir de su zona
de confort. Viven casi encerrados en una cajita de cristal, con sector vip inclusive, papelitos de colores, rock, cumbia, frases altisonantes, en donde se respira por todos los poros solo ansias de poder. Mientras tanto la mayoría de los mortales está
preocupada cuando sale del mercado por el tamaño de la bolsita de las compras. Las similitudes en sus prácticas y en sus discursos quedan reducidos a lugares comunes alejados de los problemas concretos de la sociedad. Pero como decía El general “todo
en su medida y armoniosamente” ya llegara el día en que nos avivemos y dejemos de consumir caramelos de madera sin polvorear.
No hay que caer tampoco en la visión “todo negativo” para eso está la señal de TN con Bonelli y Alfano a la cabeza de la organización. No se habla porque no existen los problemas de la educación, de la inflación, de la pobreza, del empleo, del narcotráfico y la inseguridad, del crecimiento, en esto hay que estar agradecidos a la gran familia del GH.
La ausencia de dólares minga! En el mundo del gran hermano se acceden a los verdes sin transpirar y no jodamos con Qatar que todo lo que brilla no es oro. Que exista alguno o alguna que no pueda justificar de donde los saca es harina de otro costal. Hoy de lo que se trata es que renazca la alegría. Lo que faltaría para que la fiesta sea completa que entren a la casa Martin Guzmán,
Ginés, Marcelita Losardo, Kulfas, Arroyo, Moroni, Bielsa, etc. paramos acá porque faltan sommiers y para cumplir con la palabra de nuestra nave insignia El Tero solo debemos pensar en cómo vamos a ganar el mundial. Después de todo, los nominados están más cantados que el arroz con leche, todos quieren posicionarse como sea y si es tirando munición gruesa mejor, falta mucho para las elecciones y a este formato de morondanga le quedan todavía horas de emisión. El mejor concejo a seguir es relajarse, acomodarse en el sillón con un vaso de whisky on the rocks en la mano frente al TV Smart 65 pulgadas y a esperar que salga el locutor que anuncie: ¡Gano Scioli!

La Gran Hermano.

Un comentario en «La Gran Hermano.»

  1. El argentino piensa con el bolsillo en vez de hacerlo con la cabeza. Cuando le tocan el bolsillo recién se pudre todo y en el mientras tanto se hace el distraído y mira para otro lado como perro que pateó la olla. El problema de la sociedad argentina es cultural y moral. Tan simple como eso. Una alta tolerancia al delito y la corrupción y poco apego a las normas y la ley. Sólo exige Justicia cuando el afectado es su propia persona y el resto del tiempo hace gala del “Yo, argentino” …. Nos pinta de cuerpo entero.

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