Por Juan Carlos Rotter.
Cuando algunos de nuestros cracks locales que nos tiene acostumbrados la generosa política que supimos concebir manda fruta de estas características es porque están desesperados por serlo. A los muchachos les pasa como el cuentito del pastor mentiroso. Pero de igual manera le meten garra y prensa. Una maniobra de morondanga como diría La Jefa, pero así nos comimos más de un intendente, algún que otro diputado, ni que hablar de concejales, que nos damos cuenta de ello cuando cambian de modelo.
Hasta aquí llegamos. Por el momento la casa se reserva el derecho de admisión. Cuando empiece la Casa del Gran Hermano el año próximo largamos la lista de buena fe. En nuestra provincia la mano viene sencillita por suerte. Todavía no llega la etapa desinhibición como la del intendente de Rio Gallegos de apellido Grasso que anuncio el sorteo de un viaje al Mundial de Qatar. Un grosso total. O de la concejala Salteña Hot que les pedía proyectos a los jóvenes en ropa interior, una ternurita Candela. Ni hablar que un paladín o paladina prometa donar el sueldo, acá la muchachada es más conservadora en todo sentido. Por lo tanto, podemos seguir durmiendo con frazada, pero con un ojo entreabierto. Es un consejo de amigo, de cumpa, de correligionario, de camarada, en fin, hasta de libertario. No vaya ser que nos entre por la medianera algún senador o gobernador. ¡De ahí se hace difícil volver! Vayamos por la senda de lo importante estimado lector o lectora. El horno no está para bollos esto ya lo sabe cualquier Sanjuanino o Sanjuanina. Entonces cabe la pregunta central. ¿Para qué queres ser candidato campeón o campeona?
Si hacemos un repaso a vuelo pájaro nomas sobre las diversas campañas políticas la cosa es bastante flojita. Casi no aparece la idea si ese candidato sueña con algo mejor. Hay mucho de miradas por el retrovisor o echarle la culpa al cristiano que estuvo antes en el cargo. Pero no hay registro de si imagina una provincia o un municipio posible. Obviamente más allá de las muletillas y del cotillón de campaña. Ni hablar de si tiene un plan. Si está preparado para enfrentar las adversidades que se presenten. Ni que decir de si tiene calculada una estrategia para enfrentar a las demandas de todos los actores que viven del Estado. Otro tema es el conocimiento sobre la actualidad de la realidad social. Que va más allá del dato estadístico o la localización de las postergaciones. ¡Hoy gobernar o legislar en una realidad más compleja, desigual y sofisticada requiere de algo más que voluntad! De nuestra parte reconozcamos que por más memes o puteadas que subamos en las redes los dirigentes que tenemos están ahí porque nosotros los elegimos. No nos hagamos los boludos. En octubre del año próximo se van a cumplir cuarenta años desde que recuperamos la democracia y el ejercicio de votar. Se hicieron cambios en las reglas de juego algunas veces, pero tuvimos gobiernos legítimos.
En concreto a la provincia la gobernaron 28 años el Justicialismo, 8 años el Bloquismo y 4 años una Alianza Avelinista-Bloquista-Radical; con lo cual podríamos señalar sin ponernos colorados que los muchachos peronistas han controlado “la calle” y “la caja del estado” a su imagen y semejanza. Con lo que conlleva contar con el apoyo de los capos sindicales, punteros, jueces, empresariado etc. es decir con los que la tienen atada. Un aprendizaje para la oposición, como en el futbol, además de meter hay que jugar mejor para torcer una racha de 20 años consecutivos adversa. Si nosotros hoy damos por sabido que modificar una realidad que viene en falsa escuadra no es cuestión de salvadores, por que no se dan cuenta los que se autoperciben candidatos que en principio deberían dar a conocer algún plan, una visión de progreso, los actos de campaña electoral sirven para explicar los objetivos, las razones y los motivos, después que el voto decida. Esto no es garantía que algún sapo no vayamos a tragarnos, pero aumenta la previsibilidad y las posibilidades de mejorar la calidad de la política y de las instituciones. ¡Y de esto se trata! Desde el primer día, a cada paso, ante cada reforma, cambio o proyecto, el nuevo gobierno podrá dar, en público, en privado, donde corresponda, una respuesta bien democrática: “Estamos haciendo aquello que dijimos que íbamos a hacer, y que votó la mayoría”. No se trata de pegarle de voleo a cualquier cosa que nos parezca redonda a ver si, quién te dice, la clavamos en el ángulo. La suma de fracasos enseña, avisa, advierte que no hay soluciones mágicas, ni atajos.