Por Juan Carlos Rotter.
Lo que empezó como una expresión de la picaresca criolla de la política termino siendo una sentencia dramática. Un chicaneo de escasa envergadura que le termino ganando la pulseada a la realpolitik y de las que pocos dirigentes salvan la ropa. Ni Massita que por entonces en la campaña política del 2015 le afirmaba a Macri muy suelto de cuerpo que su espacio político UNA iba a entrar al ballotage y terminar con el Kirchnerismo. La referencia solo vale por la vigencia de su protagonista. Un especialista en hacer la plancha con el mar picado. La realidad indica que nuestra dirigencia política en generalse empacho por alterar para mal la dieta alimenticia de los argentinos y así llegamos a este vodevil que no sabemos cómo corno vamos a salir.
Las consecuencias de los disparates de la política y sus protagonistas lo estamos viendo reflejados en el campo social y son preocupantes. Ahora mismo estamos discutiendo sobre una política pública que lleva implementándose más de veinte años que tiene que ver con la ayuda social, el rol de las organizaciones sociales y la transparencia en el manejo de los recursos, pero seguimos sin resolver el verdadero problema. El estado distribuye más de 22 millones de cheques en subsidios mensuales. Mejor que decir es hacer. La tal mentada frase del empleo genuino sigue sin aparecer y la precariedad laboral continua en aumento.
Hoy nuestro país cuenta con un 40% de su población sumergida en la pobreza, algo así como 16 millones de personas. Que se extiende al 60% en el caso de los niños y niñas. Ya no solo se es insensible al flagelo de la pobreza, existen compatriotas con problemas de acceso a la alimentación. La inseguridad alimentaria afecta a nuestro país hace más de una década que alcanzo al 34,3% de los niños, niñas y adolescentes solo durante el 2020. El hambre en la Argentina no se debe a escasez de alimentos, sino a falta de ingresos, distribución desigual de la riqueza o ausencia de generosidad. La frágil economía que padecemos, azotada por años de políticas de Estado ambivalentes que han consolidado una inflación estructural, devaluación y recesión, son producto de la mala praxis política enquistada en varios bolsones del poder. Una más y no jodemos más. ¡Es la política la que se viene almorzando la cena desde hace tiempo!. Tanto Macri como ahora Fernández se ocuparon de hablar sobre el tema del hambre. Cada uno con su influencer de turno amagaron, con sarasa de por medio, acciones que quedaron no solo en el olvido sino rayando lo ridículo. Lo concreto es que seguimos con emergencia alimentaria y nuestros cracks legisladores siguen sin debatir al menos si la continúan prorrogando hasta fin de año. El sueño de los justos puede seguir esperando mientras los iluminatis se suben la dieta.
Las turbulencias en el país están al palo. Los distintos sectores que siguen pensando en esquilmar lo que queda hay que recordarles que esto es pan para hoy y hambre para mañana. Con perdón a los que lo están padeciendo. Los funcionarios deben hacer un renunciamiento a seguir almorzándose la cena, hay que realizar una verdadera reestructuración del Estado. Vamos a ahorrarnos más plata que recortando planes sociales. Y cuando la administración pública nacional, provincial y municipal y los sindicatos hagan lo propio se podrán abocar a trabajar con mayor efectividad y solidaridad. La realidad está gobernando más que la dirigencia y aunque esta crea que adelantando elecciones están a salvo se equivocan. Los signos de la crisis se multiplican a diario. ¡Pareciera que todo conduce a un callejón sin salida!