País generoso.

Por Juan Carlos Rotter.

¿La resurrección de Gioja habla mal de Uñac, de un peronismo extraviado o de una sociedad resignada y sin memoria?
¿O fue por otra parte un error de la política y de variados comunicadores que le habían impuesto la jubilación anticipada?
En los últimos días se ha observado con cierto asombro a una cantidad de filibusteros confundiendo a la acción política con las prácticas de la quiniela clandestina. Apostar, esperar y acertar a la cabeza y a los premios sin dejar marcas. Lo cierto es que ya están sobre la mesa las fórmulas de las distintas listas para competir por la gobernación y sus derivados por lo tanto ahora nos queda algo de tiempo como para ir aclarando un poco el panorama.
Ni antes era Gardel y ahora es Ulises Bueno Uñac, ni Gioja fue el gran restaurador, ni todos los políticos que tenemos son una banda de oportunistas y bandidos, ni Orrego es Peter Pan. Nos ha tocado jueces con paso lento para resolver algunas situaciones y rápidos para los mandados para otras y de empresarios que les subyugan los dos lados del mostrador. A pesar de esto la provincia está mejor que hace unas décadas. Por supuesto que aún quedan pendientes varias asignaturas, lo que no quita que empecemos a poner cada cosa en su lugar porque si no cuando llegue el viento de frente nos va arrastrar hasta las Sierras Azules a medio vestir.
A decir por los que saben algo de política la generosidad que brinda nuestro cascoteado país son por las oportunidades que ofrece aun estando en momentos de crisis. Ya sea por derecha o por izquierda las posibilidades están al alcance de la mano como para darle una vuelta de tuerca a la realidad. Sobran ejemplos merecidos o no, pero hemos visto crecer fortunas de la nada o políticos sin demasiados pergaminos transformarse en lideres o referentes. O simplemente por encontrarle una coartada a los malos tiempos. Pero algo sucedió en el medio que hasta las oportunidades se abrazaron a las desigualdades. Comenzamos el siglo XX entre los primeros países con indicadores que prometían un mejor futuro para todos y lo estamos terminando entre los países más bajos de la tabla y para pocos.
Hoy el “país generoso” se enfrenta a dos situaciones que para una gran parte de la sociedad le cuesta creer que se pueda salir con tanta facilidad de la pobreza y el desorden político. Y de estar convencida que el deterioro del país es responsabilidad de nuestra dirigencia política. El balance de estos últimos 40 años consecutivos de democracia carga más de sin sabores, desencuentros, tragedia y sátira, que virtuosidad. A comienzos del año pasado nos preguntábamos de como conviviría el peronismo con la escasez. Sus líderes Perón, Menem y los Kirchner pudieron gobernar en tiempos de abundancia, de allí surgieron sus liderazgos. A Fernández le toco el momento donde había muy poco para repartir. Para colmo la pandemia, la guerra, la sequía y el frente interno. No vamos a negar que siempre existe un canuto por algún lado para utilizarlo según la ocasión. ¡Pero no es para repartirlo en generosidad es para disfrutarla con los amigos!A nivel local podríamos señalar que a Gioja si le toco de lleno la bonanza a Uñac muchísimo menos, solo administrar. La generosidad que nuestro país ofrece está puesta en las potencialidades que tiene. La experiencia de este último peronismo es que no pudo convivir con la escasez. Si supo armar un esquema para ganar las elecciones, pero no funciono para conducir una argentina sedienta de expectativas.
Esta más que claro que para gestionar la escasez hacen falta acuerdos políticos. La feroz lucha interna por el poder y la falta de herramientas complico aún mástodo. No se pudo, no se supo o no se quiso poner en marcha un plan por lo tanto se terminó perdiendo autoridad y centralidad. La cuestión es que está por terminar otro mandato presidencial y los problemas estructurales de un país que ha dejado de ser generoso con su sociedad siguen pendientes. La tan naturalizada inflación que en el 2015 era del 25%, en el 2019 superaba el 50% y en el 2023 trepo por encima del 100% se hizo un picnic con la mayoría de sus habitantes. El próximo presidente lejos de repetir los “slogans del antecesor” o de subestimar la inflación va a tener que enfrentar un flagelo que ya lleva varias décadas, aun a costa de pagar costos políticos.
¡Ha llegado la hora de reconstruir esos lazos de generosidad que tanto nos enorgullecía, desde luego a fuerza de sacrificios! ¿Cuál será el nombre del ingenuo que crea que, a él, sí, el temita le resultará sencillo? ¿A cuánto llevará la inflación ese iluso al final de su mandato?

País generoso.

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