Todavía no está demasiado claro el motivo del lanzamiento de esta nueva joyita literaria. Salvo para los creyentes de Los Abrojos que lo recibieron con los brazos abiertos. Pero siendo sinceros hay que reconocerle que fue un buen disparador para ahondar en las profundidades de este reality político del estilo gran hermano que venimos transitando en los últimos tiempos en este castigado país.
A diferencia del formato televisivo en este caso el problema es que nadie nómina y por lo tanto nadie se va de la casa, perdón, de la política. Nadie abandona el nido, salvo que este hasta las manos o que no pueda ni ir a comer a un restaurant con la familia.
Sin caer en la obviedad de si El Gato fue mejor presidente de Boca que de la República, de lo que nos ocupa ahora estimado lector es lo que está sucediendo desde el fenómeno literario. En primer lugar, hay que rescatar el impacto producido. No tanto como cuando lo echo al Diego del Club, pero esta nueva jugada al estilo Bucay vuelve a surtirle efecto. El para qué es lo de menos.
Lo sustancial para la mayoría de la sociedad es la contundente confirmación que la política actual en la argentina se la cuenta desde un libro y no desde la realidad misma. ¡Por lo tanto aguante la ficción!
Un recurso de autoayuda necesaria, casi obligatoria, para seguir estando en primer plano y no morir en el intento.
¡Esta novedad arranco con La Jefa de los descamisados y continua con El Jefe del mejor equipo de los últimos 50 años, ponele!
Ahora la cuestión es cómo se sigue después de esto. Casi ningún argentino tiene que ver la tele o leer un libro para enterarse que la mano viene complicada. Pero como dicen el barrio “para que te vas a calentar, las cosas como vienen las tienes que tomar”. Hay que relajarse estamos de luna de miel con el entretenimiento que por lo menos nos distrae un poco de las chambonadas que hacen de nuestros dirigentes políticos y fumarnos el nuevo hobby de nuestros iluminatis.
Si nuestros inmaculados políticos transformados en best seller fuesen una misma cosa, en lo que dicen y hacen, los resultados serían fantásticos y no estaríamos hablando de congelar precios y salarios, de cómo intentar salir del asistencialismo al trabajo digno o de que hay que luchar contra la inflación que nos viene comiendo la billetera desde hace
varias décadas.
Los libros permiten hacer con las ideas un imaginario que la realidad impide. En esta última no se le puede sacar la cola a la jeringa. Básicamente porque hablamos de definiciones que hacen al hecho político y a país. No se trata de jugar al libre pensador impunemente. La argentina de hoy nos está mostrando la necesidad de contar con un programa concreto que requiere de un gobierno políticamente creíble y de un equipo económico idóneo para poder salir del estancamiento que padecemos y lamentablemente nuestro país está careciendo de estas cosas.
No se trata de quien es más voluntarista, ni de ocultar los problemas, sino de buscar las soluciones. Pretender modificar la realidad sin entender los problemas o con que herramientas se cuenta para cambiarla solo hace que empeoren más las cosas. La argentina ya no resiste más improvisación por más bien escrita que sean las intenciones. Sinceramente fue el puntapié inicial para completar una trilogía exitosa que nos termine ubicando entre las grandes ligas de la literatura política para ello se necesita de la pronta aparición del libro del Capitán Beto que bien podría titularse: Macho Meno Alfa.
Y aprovechando el viento de cola, nuestras figuras locales bien podrían aspirar, aunque mas no sea a un libro de bolsillo. Solo se trata de trascender. ¡Como sea!