Si pasa, pasa.

Por Juan Carlos Rotter

Pensar que Sergio Uñac no tenía dentro de sus cálculos que una posible cautelar de la justicia lo podía sacar de la cancha peca de cierta incredulidad política. Se le pueden llegar hacer cuestionamientos a su gobierno o de ciertas críticas a sus decisiones políticas, pero no se puede menoscabar su crecimiento político. En todo caso podríamos especular que la decisión de la Corte Suprema lo madrugo por falta de reflejos en el momento menos pensado. O no, vaya a saber. Siempre jugar a pleno conlleva mayores riesgos. Si pasaba, pasaba. El desorden político es tal en la argentina que los intereses sectoriales se cruzan muy rápidamente de acuerdo al termómetro de la coyuntura. Y el poder judicial también mueve sus fichas al compás de los acontecimientos. En nuestro país en donde los conflictos se amontonan por doquier hasta que la realidad se encarga de desnudarlos en la semana que se suspendieron las elecciones, en nuestra provincia a medias, más allá de las suspicacias que estuvieron a la orden del día resurgió la discusión si la argentina necesita de una reforma constitucional. Un tema que la política no termina de fijar una posición concreta al respecto y que la viene amagando desde hace tiempo. Era de prever que la batalla con la Corte Suprema de Justicia de la Nación incentivada
por este gobierno no iba a resultar gratuita. El gobernador Uñac pensó en su momento que corriéndose del pedido de juicio político a la misma su candidatura estaba garantizada. Si Gioja hubiera estado en esa misma situación le hubiera ocurrido lo
mismo. Por lo tanto, no nos vendamos la paila entre dulceros. El fallo judicial sorprendió a todo el peronismo. Fue una mano que entro pleno a la mandíbula, no solo a la de Uñac y Manzur. Estos datos que se colaron en la agenda pública con fuerza y pasión revelan que las discusiones profundas sobre el funcionamiento de la democracia no se vienen produciendo desde hace tiempo. Solo se discute sobre el poder en sus distintas variantes o en vanas discusiones que nos han conducido al atraso como el que está mostrando nuestro país y sus instituciones. Y así venimos funcionando amontonando problemas sin encontrar soluciones.
La semana pasada nos encontramos con que gran parte de la sociedad argentina tiene la creencia que la justicia está subordinada a la política y que traspasa a los distintos gobiernos. Con relación al fallo judicial que trastocaron las elecciones en San Juan y
Tucumán quedo abierta la discusión si el mismo fue jurídico o político. Lo que si podemos afirmar es que despertó a la política para que empiece a discutir si se hace necesaria una reforma política que entre otras cosas fije reglas claras y unánimes a la
alternancia en el poder. Lo que no pasado en medio de un proceso electoral con tensiones y carencias económicas es el lacerante dato inflacionario que está demoliendo el ingreso de la clase media argentina. Con el correspondiente incremento de la pobreza. Es una quimera pensar con este contexto que sin orden político esta pueda resolverse. La pelea contra la Corte Suprema y de las señales que parten de esta última hacia la política encubren de alguna manera el fracaso económico en el cual estamos sumergidos
y la decadencia que estamos padeciendo a consecuencia de una dirigencia enfrascada en sus intereses sectoriales y o personales.
Lo bueno que sucedió por estos días es que se logró terminar la construcción del gasoducto Néstor Kirchner y con ello la posibilidad que pronto nos ahorraremos de seguir pagando unos buenos millones de dólares que ya no tenemos para comprar gas
y la otra es que a lo mejor con todo este bolonqui germina la semilla de volver al sistema en la que los cargos ejecutivos duraban seis años y así nos salvamos de seguir tirando manteca al techo que también escasea y por ende dolores de cabeza.

Si pasa, pasa.

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