Todos estamos molestos.

Por Juan Carlos Rotter.

El problema de la simulación es que en algún momento se empieza a ver la hilacha y conello comienza el tiempo regresivo que marca que el margen de vender gato por liebre se va achicando. Sobre todo, cuando la acumulación de simulaciones lo hace todo más obvio. Con el agravante que el público en general empieza a detectarlas al toque. Apelando a la memoria sería una como una versión del cuentito del pastor mentiroso con ciertas reminiscencias a lo que nos vino acostumbrando gran parte de la dirigencia política, económica y social de nuestro país. No todo es lo que parece y menos distingue a sectores. Las dos coaliciones tradicionales que han venido gobernando al país en esos últimos tiempos en vista a los resultados obtenidos necesitan reinventarse. Nada bueno dura tanto y menos las hegemonías, es inevitable el desgaste político. No es menos cierto que el Kirchnerismo le lleva ventaja en este aspecto al Pro pero esto no quita el riesgo de caer en los mismos vicios que este le critica al primero sobre todo por lo que expusieron hace unas semanas Larreta y Macri en su disputa de quien es el partido al que
pertenecen. En sus prácticas ambas coaliciones tienen ciertas similitudes. La avanzada de la derecha más extrema que comanda Milei está marcando el ritmo a la interna en Juntos por el Cambio. Con lo cual existe otro competidor electoral en elsector
de la polarización. Este panorama deja a cielo abierto las limitaciones políticas a las cuales todos los espacios están expuestos. Por lo tanto, estaríamos en condiciones de afirmar que más que económico el problema de la argentina es fundamentalmente
político. Una muestra de ello son las marchas y contramarchas por parte del gobierno en el acuerdo con el FMI. O si hay que sacar primero los controles de cambio o de estabilizar la economía cuando asuma el próximo gobierno. Ni hablar de los nostálgicos que plantean que podemos vivir con lo nuestro. El apego de la argentina política al revival es candoroso. Los síntomas de fragilidad son variados. Por más que se busque responsables al problema de la inflación estructural que padecemos lo que sobresale es la impotencia por contener una crisis sin solución y a la vez contundente. Otro dato es el crecimiento de los niveles de pobreza y la baja del empleo en una economía cada día mas fragmentada que además de no crecer lejos está de brindar cierta estabilidad a la sociedad. La educación está en terapia intermedia y de la inseguridad ni hablar porque si no terminamos a los gritos pidiendo que el ultimo apague la luz. El tiro en los pies que se dio la clase dirigente a la vista de todo un país fueron las explicaciones que encontraron para justificar los fracasos. Cuando hablamos que una familia argentina necesita 191.228$ para no ser pobre no hay libreto que valga para taparlo. Alberto Fernández es una síntesis de todo ello en tono de farsa. Quedan pocas cosas para rescatar de un partido que se perdió por goleada. Por todo esto y alguna barrabasada más la gente decidió comprar cada vez menos caramelos de madera de los que nuestros políticos nos vienen ofreciendo desde hace un buen tiempo. Las próximas elecciones serán eco de ello con lo cual es de suponer que en un futuro próximo la muchachada va a tener que inventar nuevas peripecias a la política nacional sino en cualquier momento nos vamos encontrar en el sillón de Rivadavia sentado a un Milei y ahí te quiero ver. Los desaciertos no son exclusivos de algún espacio político en especial. Por decisión u omisión. Las limitaciones e incapacidades para construir un horizonte con cierta previsibilidad y de esperanza en las dos grandes coaliciones están a la vista de todos. Uno por su fallida gestión de gobierno y la otra sumida en un internismo que no le permite armar una oferta tentadora a una sociedad partida en dos. Este es en principio el condimento para empezar a entender de donde nace el hartazgo por parte de los votantes. Amén del fracaso de los últimos tres gobiernos que se pasan la pelota entre ellos de quien es la responsabilidad de haber llegado a esta instancia. El desafío sigue siendo el mismo pero más acuciante. ¿Qué hace la política con la economía
y el potencial productivo que tenemos y que no lo usamos como debiéramos?

Todos estamos molestos.

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